La Clausura
La clausura tiene la finalidad de mantener un clima de recogimiento, silencio, oración y otros recursos ascéticos para la búsqueda de la unión mística con Dios.
A pesar de esta separación física con "el mundo", las religiosas estamos íntimamente unidas a la humanidad y a sus problemas a través de la oración ofrecida como intercesión.
Nuestro propósito es seguir más de cerca a Cristo, dedicarnos totalmente a Dios como a su amor más supremo y procurar conseguir la perfección de la caridad a través del servicio del Reino de Dios, a través de nuestros votos
La vocación concepcionista
Dada la relevancia que la Virgen Inmaculada tiene en la vocación Concepcionista, se derivan unos rasgos propios.
La vocación es una gracia de Dios que hay que conservar como el mayor bien recibido. Es seguir con María los pasos de Jesús, procurando tener sobre todas las cosas, el Espíritu del Señor con pureza de corazón y oración ferviente. Es una actitud de acción de gracias y alabanza a Dios que redime y libera a la humanidad de toda esclavitud.
La vocación Concepcionista tiene dos modelos a seguir: La Virgen María y Santa Beatriz de Silva.
La Virgen María no dudó en responder al ángel. Hizo preguntas. No lo veía, pero aceptó. “Hágase en mi según tu palabra; he aquí la esclava, la sierva del Señor”. María confía y se entrega en su pequeñez.
Santa Beatriz, nuestra fundadora, imitó a María, en la limpia transparencia del espíritu y fiel a la vocación contemplativa, viviendo en un solo espíritu con Cristo, su Esposo.
La Virgen María, es el lugar donde las Concepcionistas aprendemos a ser las siervas del Señor en la gratuidad y disponibilidad de vida. En Ella contemplamos el gozo de la gracia, que envuelve la historia de la humanidad.
Mujer Concepcionista de blanco y azul, enamorada de la limpieza de María. Mujer habitada por la gracia, portadora de la luz que se enciende en el corazón del Cristo Pascual.