
Quiénes somos

Somos la Comunidad de Religiosas Concepcionistas de Aranjuez, dedicadas a "alcanzar la perfección evangélica en el servicio de Dios y de la Iglesia" a través de la oración contemplativa, teniendo por modelo a María Inmaculada
Nuestra orden religiosa católica fue fundada por santa Beatriz de Silva. En la actualidad nuestra comunidad está formada por 10 hermanas

Hermanas Concepcionistas franciscanas de Aranjuez
Nuestro hábito consta de una túnica y escapulario blancos, toca, medallón en el pecho con la imagen de la Madre de Dios, comúnmente, velo negro y capa azul.
Si eres mujer y sientes la llamada de Dios, no dudes en ponerte en contacto con la Comunidad de Religiosas Concepcionistas Franciscanas de Aranjuez .
En la actualidad, las religiosas siguen dando gloria a Dios por tantas muestras de amor.
Nuestra fundadora
Santa Beatriz de Silva es la fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción, también conocida como Concepcionistas Franciscanas. A ella se le conoce como la mujer del rostro velado. Su vida se manifiesta como la mujer del silencio, ya que no se conserva ningún manuscrito de ella.
Nuestra Orden se fundo en 1489 y se hizo para honrar e imitar la Concepción Inmaculada de María. Puedes leer más información aquí en su biografía.

El carisma de una monja franciscana
La Concepcionista Franciscana ve en el ser humano, la creación de Dios, porque Él en su acción de salvar al mundo, le salva por puro amor.
Por eso, elige a la Virgen María como madre y por la que Cristo redime a la humanidad. Por tanto, la vocación Concepcionista Franciscana, se expresa desde una mirada amable hacia el ser humano, con la posibilidad de que siempre puede ser redimido, salvado del pecado, nunca de la condenación.
La criatura es buena a los ojos de Dios y ese es el corazón concepcionista que crea la alabanza hacia Dios porque ha hecho obras grandes en la humanidad.
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Nuestro carisma, es un recibir y un dar la vocación al Dios que nos creó en su infinita misericordia. Es proclamar con alegre gozo que todo es posible para Dios. La mejor prueba de su amor, es María en su Concepción Inmaculada. En un mundo que vuelve la espalda a Dios, este divino camino le desafía a volverse hacia su Creador.
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La Concepcionista Franciscana asimila la opción que hizo Santa Beatriz por amor a Jesucristo y la Inmaculada. Esa es la fuente de inspiración, la experiencia divina que la hace bella y radiante de luz.
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La Concepcionista Franciscana, es íntegramente contemplativa. Nuestro carisma es una forma de seguir a Cristo con María. Nos desposamos con Cristo Redentor, por los consejos evangélicos de obediencia, castidad, clausura y pobreza consagrada, a honra de María Inmaculada, a través de una vida llena de alegría, alabanza, oración y convivencia fraterna.
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El estilo de vida de una religiosa Concepcionista Franciscana, es totalmente fraterno. Se fundamenta en el amor de Dios que nos congrega y en Cristo que consagra. Cada hermana es privilegio de encuentro con Dios. Es un mirar al otro siempre en positivo, porque así nos ve Dios. El modelo de comunión, es la Santísima Trinidad.
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Nuestro carisma vive en fraterna vinculación y comunión con el carisma Franciscano, teniendo como centro, el misterio de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. Los Hermanos Franciscanos Menores han estado en la vida de Santa Beatriz y en la de toda la Orden a través de más de cinco siglos. La union o vinculo entre las dos ordenes, está en la veneración y defensa del misterio de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María.
La vocación
Toda vida es una vocación. Es una radical llamada de Dios a la realización de toda persona. Dios es Padre y Él tiene siempre un proyecto para que cada uno. Descubre ese sueño que Dios tiene para ti.
Dentro de la iglesia hay muchos caminos que desarrollan gran variedad de funciones. Todos suman y sirven a la gran familia de Dios. El de nosotras es una vocación de Vida Contemplativa. Es un sí incondicional, primero a la vida y después a una llamada más sublime: a vivir como hijos de Dios.
Seguir a Jesús nunca fue ni será siempre fácil, porque su exigencia; “Vete, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres… luego ven y sígueme” (Mt 19,21), implica un deseo profundo de vivir con Él, y como Él para siempre, en toda ocasión y momento. Es compartir su camino, ofreciendo lo que somos, lo que tenemos. Solo Él sacia definitivamente nuestra sed de felicidad.
Nuestra vocación religiosa se puede comparar con un bosque frondoso. Contemplando los arboles de ese bosque, vemos diferentes formas y tamaños: los más grandes, los más fuertes o los más bellos. Están los que resisten los vientos huracanados, las tormentas, el fuerte sol del verano o la crudeza del invierno. Vemos su tronco, su copa, sus hojas, sus frutos y sus ramas, pero hay una parte invisible al ojo humano, las raíces; sin ellas, esos arboles no serían grandes, fuertes, ni bellos.
El secreto del árbol es la raíz. Fijándonos en los arboles quizá se llegue a comprender mejor que en la Iglesia, la vida contemplativa tiene vocación de ser raíz.
En nuestra vida cotidiana, a través de la liturgia y la oración, nos comunicamos con Dios varias veces al día. Vivimos como hermanas de una misma familia, pero para decir verdad, también nos acompaña la cruz del Señor. Somos felices, porque sabemos que el árbol se sostiene y desarrolla gracias a las raíces, que simbolizan la vida contemplativa
Cómo puedo saber si tengo vocación

La respuesta a esta pregunta puede ser muy compleja, aunque tiene una respuesta simple: dejando que sea Dios quien viva y actúe en nosotros.
Si pasamos de la pura actividad, en la que solo pensamos en dar, a la pasividad en la que nos disponemos a recibir, podremos escuchar y estar atentas a las señales. Escucha, mira, vive, experimenta. Para ello, necesitas silencio interior y exterior. Hazte preguntas.
Si alguna vez has sentido una plenitud sorprendente como persona que desea orar siempre por los demás, en una entrega incondicional, ¡Atención!, ya tienes un elemento que te está llamando a remar mar adentro y responder a la llamada de Jesús. Pide consejo a alguien de confianza y comienza tu discernimiento vocacional. No estás sola, infórmate y pregunta tus dudas. Utiliza los recursos de comunicación que existen hoy en día. Conoce las etapas de nuestra vocación Concepcionista. Busca respuestas.
Ser contemplativa no es un oficio extraño o algo anticuado en pleno siglo XXI. Muchas jóvenes siguen siendo valientes y descubren un camino nuevo y emocionante. Escucha tu corazón. ¿Qué es lo que anhelas? ¿Qué te dice lo que te rodea? ¿Por cuál camino te lleva Dios?
Si ves esa luz, toma la decisión, puede que te asuste y sientas temor, pero no te preocupes. Decir “si”, es una respuesta que con el apoyo del Espíritu Santo, puedes ver con más claridad. Ponte en contacto con el monasterio que te quede más cerca y pide información en alguno de los monasterios de nuestra Federación